sábado, 6 de noviembre de 2010

Lo que le faltaba a la televisión de traquetos y prepagos: convertir a una heroína de la patria en protagonistas de novelón barato.

No veo novelas por principio, pero me interesó tanto el hecho que los Lulle volvieran a intentar hacer algo de historia en televisión en medio de tanto traquetismo barato, prepagos y matarifes que atiborran su desechable programación. Pero el impacto duró poco; bastó ver la manera en que convirtieron a una mujer luchadora por el supremo derecho a la libertad en protagonista de un novelón a lo mejicano, o a lo venezolano, con todo y rival rica y niño estúpido. La Pola fue la víctima de los libretistas que producen basura para una televisión basura, cuyo objetivo consiste en mantener conciencias basura entre tan supina audiencia.


Es cierto que el amor entre Salavarrieta y Alejandro Sabarín, juntó la vida de ambos desde muy temprano, un amor grande, apasionado, solidario; de los buenos y sólidos el amor de estos héroes. Sin embargo, siempre estuvo signado por la distancia; Alejandro Sabaraín asumió cargos en la Nueva Junta de Gobierno de Marquita, luego se trasladó a Bogotá a enlistarse en el Ejército centralista y el gobierno mismo reconoció su valor y el de su hermano en la guerra contra los españoles en Santa Martha, por el año de 1812. Alejandro fue un revolucionario en tiempos de la guerra, no fue cobarde en épocas de la debacle y no dejó de acompañar a Nariño en la fatídica campaña del Sur. Policarpa traía en la sangre y la conciencia el amor por la independencia, la identidad de espíritu por la causa naciente hizo más sólida la espera de ambos y en medio de las agitaciones de la vida revolucionaria de uno y otra, siempre estuvieron juntos en espíritu y no pocas veces de cuerpo completo. Policarpa Salavarrieta escribió su propia historia de sublevación y espionaje; fue agente del ejército republicano en labores de alta inteligencia, sufrió el espanto de la estela de muerte dejada por Morillo, pero no renunció a sus principios. Organizó el escape de la resistencia desde la retaguardia en los montes de Guaduas, donde se esperaba la reorganización de las tropas en los llanos para recuperar la patria; vino a Bogotá y trabajó arduamente en contribuir en el preservación de los revolucionarios satanizados por el régimen del terror impuesto por España. Ante la peligrosa situación, La Pola organizó el escondite de los pocos miembros que aún quedaban libres en una casucha ubicada en el barrio Egipto, en la calle del Calvario con la carrera de San Bruno, al pie del cerro. Intentó unirse a Bolívar en su campaña exitosa en el bajo Magdalena, fue puesta presa en la cacería de Morillo y murió, con la frente en alto, por salvar la patria, como dice su epitafio.



Lo que entristece y duele es que la lucha revolucionaria de una mujer de proporciones colosales para nuestra historia, se vea reducida a la única condición de amante. Triste es ver que la Pola, no solo reniega desde muy pequeña de su condición de heroína en el papelón de RCN sino que no tiene otra labor en su vida que perseguir su macho. Duele que los historiadores y las historiadoras, que los revolucionarios y revolucionarias de hoy no digan nada, y guarden silencio ante semejante atropello. Duele saber que los niños y las niñas vean reducido este importante capítulo de nuestra historia republicana al modelo de la niña estúpida que enamorada hace lo que sea por conseguir su hombre. Ni el romanticismo del siglo XIX soporta semejante patraña. La Pola fue una mujer revolucionaria, su vida es la historia de la lucha por la libertad, y no debemos permitir que se le recuerde por una pérfida pasión amatoria, una lujuriosa necesidad de macho, ese papelito de protagonista de novela. Sirvan de algo sus propias palabras; fue ella la que en el patíbulo se sirvió como ejemplo de lucha por la independencia, no murío gritando "alejo te amo", fue fusilada por llamar al pueblo a sentir, vivir y cambiar su propia Historia: "¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad!.


basdo en los cometarios de mauricio rodriguez amaya

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